Hace unos días mi abuelo se tuvo que someter a una operación delicada. Un quiste le oprimía el nervio óptico y le impedía ver bien. Tiene 87 años y sabíamos que los riesgos de la operación con su edad eran elevados. Con todo y con eso, decidió operarse y tras 5 horas y media en la mesa de operaciones, salió adelante. Ahora ya está en casa donde lo atendemos lo más que podemos.
Me da pena verlo tan débil y dependiendo de todo el mundo pero también estoy contenta de saber que puedo devolverle, en cierta medida, aquello que hizo por mí de pequeña.
Recuerdo como me hablaba. Me explicaba y despertaba mi curiosidad hasta por las pequeñas cosas. Además de llevarle pan a los patitos del parque también me llevaba a darle de comer a las hormigas, que estaban almacenando lo que comerían en invierno. Sé que pocas personas lo hacen, por eso es especial.
También recuerdo cuando me iba a buscar al colegio con el cruasán que de la pastelería que más me gustaba o cuando me llevaba a merendar chocolate con churros.
Ahora soy yo la que le da conversación a él y la que le lleva la merienda siempre que puedo; y a pesar de que esté malito, pienso: que maravilloso que Allah me permita hacerlo.
De hecho, Allah dice en la traducción del Corán:
”Tu Señor ha ordenado que adoréis sino a Él y que seáis benévolos con vuestros padres. Si uno de ellos o ambos llegan a la vejez, no seáis insolentes con ellos y ni siquiera les digáis: ¡Uf! Y háblales con dulzura y respeto. Trátales con humildad y clemencia, y ruega: ¡Oh, Señor mío! Ten misericordia de ellos como ellos la tuvieron conmigo cuando me educaron siendo pequeño." (Corán, 17:23-24).
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